
En medio de un panorama comercial internacional cada vez más inestable, las principales líneas navieras parecen encaminadas a aplicar incrementos generales de tarifas (GRIs), desafiando la lógica tradicional del mercado basada en la oferta y la demanda. Así lo advierte Jon Monroe, analista de la industria marítima, portuaria y logística, quien observa una transformación significativa en el comportamiento tarifario del sector.
“Este año, las navieras abandonaron el viejo modelo de oferta versus demanda”, afirma, señalando que “a pesar de una capacidad récord de la flota, se han resistido a las reducciones de tarifas, lo cual marca un giro estratégico relevante”.
Actualmente, los propietarios de carga están renegociando sus contratos con las líneas navieras, buscando tarifas entre los US$1.500 y US$2.500 para los embarques hacia la Costa Oeste de Estados Unidos (USWC), una cifra que podría incluso bajar dependiendo de las condiciones del mercado. Esto ocurre tras acuerdos iniciales que oscilaban entre los US$1.600 y los US$1.800, con un recargo de US$1.000 para la Costa Este de Estados Unidos (USEC).
Monroe subraya que “las navieras están respondiendo con firmeza, negociando directamente con los Non Vessels Operators Common Carriers (NVOCC) y mostrando una mayor resistencia a la presión a la baja de las tarifas. Esto indica que se mantendrán unidas para aumentarlas”.
Como ejemplo, Maersk anunció un recargo por temporada alta (PSS) de US$2.000 a partir del 15 de mayo. Paralelamente, ya ha aplicado un GRI para la Cargas de Todo Tipo (FAK), con incrementos que varían entre los US$2.500 y US$3.500.
Sin embargo, de acuerdo con Monroe, no todas las navieras siguen la misma línea. “A pesar del respaldo formal a los GRIs, muchas están ofreciendo tarifas especiales cercanas a los US$1.700 para la USWC, tratando de mantener el volumen hasta finales de abril”, explica.
Contracción de la demanda
A la incertidumbre tarifaria se suma una contracción en la demanda. Los pedidos de embarque han comenzado a disminuir, en parte como respuesta al alza sostenida de precios. A esto se añade una disponibilidad de espacio cada vez más limitada, resultado de cancelaciones de viajes y reducciones en la frecuencia de navegación. “Las navieras están evitando recalar en China para mover sus buques a rutas del Sudeste Asiático, lo que reduce aún más la capacidad disponible”, destaca el analista.
También circulan rumores en la industria sobre una posible decisión de MSC, la mayor línea naviera del mundo por capacidad, de eliminar permanentemente varias de sus restricciones operativas, lo que podría impactar aún más la capacidad y los precios.
La confluencia de todos estos factores —incertidumbre tarifaria, reducción de capacidad y cambios en las rutas— sugiere que los próximos meses serán especialmente impredecibles tanto en precios como en disponibilidad.
“Estamos entrando en una fase del mercado donde los patrones tradicionales ya no aplican, y los actores deben adaptarse rápidamente a nuevas reglas de juego”, expone Jon Monroe.
Situación en puerto
En tanto, en el frente portuario, la introducción de nuevos gravámenes podría alterar significativamente la actividad portuaria, especialmente en puntos clave como los puertos de Los Ángeles (LA) y Long Beach (LB) y aunque los cambios arancelarios puedan parecer temas lejanos, sus repercusiones se extienden mucho más allá de los muelles, afectando industrias interconectadas y esenciales para la economía local y nacional.
“Una caída en las importaciones implicaría menos buques arribando, lo que conlleva una disminución en el empleo portuario, menor actividad para estibadores, patios de contenedores y centros de distribución, así como dificultades para exportadores, importadores y pequeñas empresas dependientes del comercio internacional”, proyecta Monroe.
El complejo portuario LA-LB, el más grande de Estados Unidos, sustenta más de 3 millones de empleos a nivel nacional. Solo en 2022, las actividades vinculadas a estos puertos generaron cerca de US$2.780 millones en impuestos estatales y locales, y US$4.730 millones en impuestos federales, reflejando su papel clave en la economía.
“Menos embarcaciones no solo significan puertos más vacíos, sino una contracción generalizada de empleos, ingresos empresariales y recaudación fiscal. Desde el transportista terrestres hasta el empleado de los centros de almacenamiento y los gobiernos locales, todos sentirán el impacto de esta posible desaceleración, que podría representar el inicio de un cambio económico profundo si no se gestiona con visión estratégica”, advierte Monroe.