
Sería una tragedia económica para el país que Estados Unidos imponga más aranceles a los productos colombianos que importan, de momento, es 10%, grave si los eleva por política.
Nadie puede negar que el segundo mandato de Donald Trump ha repintado el mapa arancelario global para beneficiarse más de su posición como el mayor consumidor del mundo y el motor de la economía. Todos los países, o regiones, que en las últimas décadas se le acercaban a su hegemónica posición, han sido obligados a renegociar tarifas mucho más altas a las que disfrutaban hasta hace un año. Trump ha dado muestras de lo que es: un gran negociador que utiliza todas las herramientas que tiene a su alcance para lograr sus objetivos.
A los negociadores brasileños los tiene en Washington sentados tratando de separar los temas políticos con los comerciales; a los camboyanos y tailandeses los conminó a parar una incipiente guerra si no querían mayores tarifas arancelarias, a chinos y europeos los ha sentado en unas negociaciones sin precedentes que giran en torno a los beneficios para los empresarios estadounidenses, y por supuesto el caso colombiano no será la excepción.
A comienzos de año ya se vivió un incidente diplomático entre colombianos y estadounidenses cuando el Gobierno Nacional quiso oponerse a las expulsiones de compatriotas desde el gran país del norte, automáticamente Trump duplicó impuestos a las importaciones locales y amenazó con subirlas cada semana; la crisis duró poco menos de dos días hasta que se normalizó el asunto arancelario y el gobierno republicano publicó la tabla de nuevos aranceles y a Colombia, como a casi todos sus competidores exportadores de materias primas, se les impuso 10%, pero la tensión aún no ha terminado y al final de esta semana Estados Unidos tocará nuevamente el caso colombiano y seguramente se impondrán nuevos impuestos.
Está demostrado que no hay tratado de libre comercio que se interponga al gobierno americano y que en tiempos de gran pugnacidad política global, Trump valora mucho qué países están a su lado y cuáles no. Por tanto, en lugar de sentarse a esperar cómo le irá a Colombia en la guerra arancelaria desatada por Estados Unidos, es más que oportuno que los funcionarios encargados del tema estén a la ofensiva diplomática y comercial, en lugar de esperar un ataque que los obligue a negociar.
El café, las flores, las frutas y el petróleo colombianos no aguantan un eventual arancel general de 25% impuesto por el mayor mercado consumidor del mundo, que los ponga en desventaja con los productos equiparables de los países centroamericanos y andinos que les compiten por el consumidor estadounidense.
Los ministerios de Relaciones Exteriores y de Comercio, Industria y Turismo no pueden dormir tranquilos ante la posibilidad de que Estados Unidos se salte el TLC vigente y ajuste aranceles de manera unilateral, peor aún si esa alza es más subjetiva que objetiva y tiene que ver con retaliaciones políticas por el caso judicial del expresidente, Álvaro Uribe, y por el flagrante descuido del actual Gobierno con el problema del narcotráfico.
No se puede olvidar que Colombia no solo es el mayor productor de cocaína, posee los cultivos más grandes y padece una inusitada resurrección de los carteles del narcotráfico que tiene en el país del norte su mayor mercado. Es posible que a la cancelación de ayudas se sume una descertificación al mal manejo del tema narcoguerrillero. Es clave la negociación, pero ante todo la anticipación a una eventual revisión de aranceles.
Fuente: https://www.larepublica.co/opinion/editorial/el-gobierno-debe-estar-atento-con-los-aranceles-4191355