Políticos de la región ignorados por su vecino durante demasiado tiempo se muestran abiertos a fondos chinos
El aumento de las tensiones entre EE.UU. y China ha planteado la posibilidad de que se desarrollen dos hegemonías distintas en la cadena de suministro, en las que los proveedores que compiten entre sí, las tecnologías estratégicas y los componentes críticos se mantienen discretos por razones de seguridad nacional. Sin embargo, dada la complejidad de las relaciones internacionales, especialmente entre Occidente y el mundo en desarrollo, es inevitable que muchos países emergentes no quieran ser coaccionados (o al menos alentados) a un paradigma en el que tengan que abrazar a uno u otro bando, según apunta Ti.
América Latina es un ejemplo de ello y la región representa un gran dolor de cabeza para la administración Biden. Muchos políticos locales, incluso algunos estrechamente alineados con EE.UU., sienten que han sido ignorados por su vecino durante demasiado tiempo y, en consecuencia, se han mostrado abiertos a la oferta de fondos de China y al acceso a su mercado, sin tener en cuenta las implicancias políticas. De hecho, en la última década China ha sustituido a Estados Unidos como principal socio comercial de la mayoría de los países de la región, con la excepción de México.
La Iniciativa de La Franja y la Ruta (BRI), China ha dispuesto una enorme fuente de inversiones, ya que 19 de los 24 países latinoamericanos se han adherido de una u otra forma. Esto ha supuesto que muchas cadenas de suministro se hayan vuelto “sino-céntricas”, con la consecuencia de que las empresas de los países que se han resistido a la tentación del dinero chino se han quedado “fuera” de lucrativos contratos.
Además, China no sólo ofrece oportunidades comerciales. Como parte de una campaña de “corazones y mentes”, donó millones de vacunas durante la crisis del COVID-19, así como equipos de protección personal (EPP), lo que les valió una buena voluntad política.
EE.UU. y su influencia en la tecnología
A pesar de ello, la influencia económica de China sigue limitándose en gran medida a la construcción de infraestructuras y a la obtención de materias primas, mientras que Estados Unidos tiene mucha más influencia en los sectores de la alta tecnología y las comunicaciones. Aquí es donde probablemente se libren las batallas clave de la cadena de suministro del futuro.
Por ejemplo, el ex presidente Trump hizo un acuerdo con Ecuador que permitiría al país pagar su deuda con China, así como permitir la inversión en sus sectores de petróleo e infraestructuras, siempre y cuando no permitiera a la empresa tecnológica china Huawei participar en el desarrollo de su red 5G. Sin embargo, dada la fuerte presencia de Huawei en muchas otras partes de la región, es posible que esta batalla particular de la cadena de suministro ya se haya perdido.
No es sólo China la que tiene que preocupar a Estados Unidos. Rusia e Irán también se están acercando a los gobiernos de la región. Rusia, por ejemplo, ha amenazado con desplegar fuerzas militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua, en parte como respuesta a la condena de la comunidad internacional por la invasión de Ucrania y también debido a una estrategia más antigua de proyectar su poder en el “patio trasero de Estados Unidos”.
El gobierno de Biden es consciente de estos riesgos y ha intentado relanzar su relación con sus vecinos del sur a través de la iniciativa “Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica”. Los planes del Presidente incluyen el aumento de las funciones del Banco Interamericano de Desarrollo y la creación de nuevos puestos de trabajo a través de tecnologías de energía limpia. Sin embargo, esto plantea la cuestión de si Estados Unidos estará dispuesto a compartir tecnologías con empresas latinoamericanas que también pueden trabajar con los chinos.
Los problemas a los que se enfrenta Estados Unidos en América Latina se repetirán inevitablemente en África y Asia, donde la influencia de China ya es endémica. Estados Unidos tiene un poder económico, político y militar considerable, por supuesto, pero en conjunto con Occidente, ya ha cedido mucho terreno a sus rivales geopolíticos.
La inversión de los bancos occidentales en los mercados emergentes se está reduciendo en la actualidad a un ritmo que no se había visto desde que se iniciaron los registros en 2005, y el vacío que esto creará probablemente lo llenará el dinero chino, lo que no hará sino aumentar su influencia política.
En este contexto, el desarrollo de estrategias de aprovisionamiento de aliados -la creación de cadenas de suministro seguras con proveedores conocidos y validados ubicados en países amigos- sólo puede servir para excluir y alienar aún más a los mercados emergentes, aumentando la brecha entre los que tienen y los que no tienen tecnología.