La región lleva 42 años aportando solo el 5% del comercio global y, además, es una de las que tiene menores negocios entre vecinos. Estas son algunas de las explicaciones que da la CAF para este fenómeno.
Desde que comenzó la apertura económica se ha hablado de los beneficios y las desventajas de la globalización. Aunque los países de América Latina ‘se montaron en ese bus’ y han firmado varios acuerdos comerciales para facilitar el ingreso y la salida de mercancías, el balance promedio no luce positivo para la región.
Según un informe reciente de la CAF, el banco de desarrollo de América Latina, hoy ya casi 85% del comercio regional está liberalizado, es decir, no paga aranceles o paga muy pocos, pero desde 1980 esta zona del planeta solo aporta 5% del comercio global, esto incluye importaciones y exportaciones. En el mismo periodo, el Sudeste Asiático pasó del 3,5% al 7,5%.
Así mismo, el comercio intrarregional apenas representa el 15% de todo lo que se vende y se compra en América Latina y es un indicador que está sin cambios desde la década de los 90, mientras que en Europa el comercio intrarregional equivale al 60% del total, en América del Norte es del 45% y en el Este y Sudeste de Asia es del 35%.
El informe de la CAF, titulado Caminos para la integración: facilitación del comercio, infraestructura y cadenas globales de valor, indica que acá la distancia entre países afecta más negativamente al comercio que en otras regiones del mundo, debido a que hay problemas y costos con la infraestructura de transporte. El resultado es que las empresas latinoamericanas están muy poco integradas en las cadenas globales de valor.
Mantener barreras bajas
Lian Allub, economista principal de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas de la CAF y uno de los autores del estudio, propone una agenda de políticas para mejorar la integración comercial de América Latina, donde no solo hay que mantener bajas las barreras arancelarias y no arancelarias (como las fitosanitarias), sino también los costos de frontera. Estos últimos se refieren a la necesidad de mejorar la infraestructura logística y de transporte. Pone como ejemplo lo que ha logrado Centroamérica en cuanto a su interconexión eléctrica, lo que hace que tengan costos de producción similares y que les sea más fácil integrarse a cadenas de valor.
“Los costos de frontera también se reflejan en trámites y procedimientos para realizar operaciones de comercio exterior, que suelen ser procesos que no están centralizados e implican ir a distintas agencias, lo que a su vez aumenta las horas y los costos de importar o exportar. Esto se puede mejorar con digitalización y Colombia y Perú han sido pioneros en digitalizar las declaraciones en puertos”, explica el experto.
Pese a que parecería que el balance de la apertura comercial de la región no ha sido tan positivo, Allub forma parte del grupo de economistas que están convencidos de que el comercio es un gran aliado para promover la productividad y el bienestar de las regiones. “Si bien la globalización está en entredicho, la mayor integración va a ayudar a un mejor desarrollo y hoy con el conflicto comercial entre China y Estados Unidos hay un fuerte movimiento para relocalizar operaciones de empresas estadounidenses en Latinoamérica”, asegura.
Hay que abrirse más
Este economista de la CAF considera que en la región no se han materializado todas las ganancias que se esperaban de la apertura global, porque no se han reducido los costos de frontera y porque falta abrirse más al comercio entre vecinos. Prueba de ello es que hay más disponibilidad de vuelos entre cada país de la región con Estados Unidos y Europa, que entre las diferentes naciones latinoamericanas.
Otra de las explicaciones para ese bajo comercio intrarregional está en que los latinoamericanos producen lo mismo, pero según Allub la oportunidad está en mirar cómo integrarse. Pone el caso de Alemania y Francia, ambos producen carros, pero entre sí comercian cantidad de insumos para ese sector. “Lo mismo podría ocurrir con los bienes primarios que se producen en este subcontinente, entre los países pueden comerciar servicios asociados, material agrícola e incluso lograr una integración energética, lo cual facilitaría la lucha contra el cambio climático, aprovechando el potencial de América del Sur en energía no convencional”.