Crece la demanda de inversores en deuda que considera factores medioambientales, sociales y de gobernanza
Seaspan, el mayor fletador de portacontenedores del mundo por capacidad de carga, vendió a principios de este año casi US$1.000 millones en “bonos azules”, que pretendían atraer a nuevos inversores prometiendo financiar buques que redujeran las emisiones y la contaminación en el mar.
De acuerdo con Wall Street Journal (WSJ) esta venta ilustra cómo la inversión sostenible se está extendiendo a la industria marítima. La mencionada transacción es la última de las inversiones conocidas como bonos verdes, cuyo objetivo es luchar contra el cambio climático e impulsar la transición para abandonar los combustibles fósiles.
Seaspan, que cuenta con una flota operativa de 132 buques, recurrió inicialmente a los gestores de activos para obtener US$500 millones en bonos para pagar los buques que reducen las emisiones de carbono, el primer bono azul de la empresa en EE.UU. La venta atrajo a más inversores de los previstos, lo que le permitió aumentar su oferta de bonos “basura” [bono de alto riesgo y baja calificación, pero de alto desempeño] a un total de US$750 millones a ocho años con un desempeño anual del 5,5%.
Según (WSJ) la operación demuestra cómo ha crecido la demanda de los inversores en deuda que consideren factores medioambientales, sociales y de gobernanza, o ASG. El archipiélago de las Seychelles y el Banco Mundial fueron pioneros en el primer bono azul en 2018, recaudando US$15 millones de dólares. El 15 de octubre, BNP Paribas aseguró que coordinó un bono azul para el Banco de China por valor de US$942,5 millones.
Especialmente útil para el transporte marítimo
Los bonos verdes fueron emitidos por primera vez hace aproximadamente una década por deudores altamente calificados que se comprometieron con objetivos de sostenibilidad a largo plazo. Ahora Wall Street está vendiendo una cantidad récord de esta deuda. La emisión total de bonos verdes en 2021 se ha disparado a más de US$350.000 millones, según datos de la Iniciativa de Bonos Climáticos, superando ya el total récord de 2020.
“Vemos la marca de un bono verde azul como un esfuerzo para aumentar la visibilidad de las cuestiones relacionadas con el medio ambiente marítimo”, dijo Nicholas Pfaff, jefe de finanzas sostenibles de la Asociación Internacional de Mercados de Capitales.
En teoría, atraer a más inversores, incluidos los que buscan activos respetuosos con el medio ambiente, debería reducir los costos de los préstamos para las empresas que se vuelvan ecológicas. Esto es especialmente útil en el transporte marítimo, donde la pandemia ha frenado los planes de la Organización Marítima Internacional (OMI), de mejorar la eficiencia del combustible en un 30% para 2025 y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad para 2050 respecto a los niveles de 2008.
El esfuerzo de Seaspan
Uno de los desafíos a los que se enfrenta el sector marítimo es la falta de un combustible de bajas emisiones que sea comercialmente accesible a gran escala. En el caso de Seaspan son sus clientes quienes deciden en última instancia qué combustible utilizar. Por ello, ordena construir buques con tanques intercambiables para acomodar nuevos tipos de combustible y diseños pioneros que modifican la forma, el morro y los sistemas de propulsión de los buques. La mayoría de sus nuevos portacontenedores funcionan con gas natural licuado (GNL).
Bing Chen, presidente y director general de Atlas- matriz de Seaspan- dijo que la compañía se había comprometido a hacer crecer un negocio sostenible en línea con las iniciativas ecológicas.
Bonos verdes
Los bonos azules de Seaspan cumplen los principios de los bonos verdes de la International Capital Market Association (ICMA). Más del 95% de las operaciones de financiación medioambiental en 2020 siguieron las sugerencias de la asociación comercial, según un estudio de la ICMA realizado este año.
Algunos inversores afirman que los bonos verdes y otros tipos de financiamiento vinculado a la sostenibilidad carecen de un reglamento aplicable que garantice que los fondos se utilizan como se promete. Las empresas de calificación que certifican los bonos verdes no responden a ninguna autoridad oficial en EE.UU. La letra pequeña de algunos bonos estipula que no todo el dinero recaudado se destinará necesariamente a proyectos medioambientales.
Las empresas que no cumplen sus promesas medioambientales o no alcanzan los objetivos probablemente se enfrenten a las críticas y a las consecuencias la próxima vez que intenten pedir un préstamo, según algunos analistas.
Sarah Peasey, directora de inversiones europeas en materia de ASG de Neuberger Berman, dijo que la gestora de activos elige sus bonos verdes de forma selectiva, evitando cosas como acuerdos puntuales que parezcan que la empresa sólo busca aprovecharse de la etiqueta.
“Para nosotros, lo primero es evaluar la empresa a nivel sostenible, porque el riesgo recae en la empresa en general, no en la emisión de bonos”, dijo Peasey.